miércoles, 30 de diciembre de 2009

Futuro 80% Probable


Fue en la madrugada de Navidad. Había una fogata en casa de unos familiares no tan cercanos, sanguíneamente, y eran como las tres. Hacía bastante frío, por lo que nos acurrucábamos cerca de las cálidas brasas que nos ofrecía el elemento; aún así titiritábamos. La anfritriona, Marisol, más filosa que las tijeras, salió de su casa rumbo a nosotras: mi hermana, Yadira; una tía que casi no conozco, Jenni; y yo, que estábamos conversando en silencio cuando nos interrumpió. Con su sonrisa maquiavélica y actitud chocante uno se pregunta por qué le hablamos, por lo menos ese día sirvió de algo la amistad.


"¿Recuerdan al Coco? Está en la cárcel", dijo con indiferencia, y agregó: "Mis botas son nice". Me sorprendió la rapidez del tema de conversación, y más la primera noticia transcendental. Mis memorias atacaron mi mente. El Coco, o Emmanuel, su verdadero nombre, fue uno de los chicos que me gustaba cuando tenía 8 ó 9 años. Es mayor por 10, pero no me importaba. Era el hombre ideal por ser bueno en Street Fighter y Campcon vs Marvel. Con el tiempo me dí cuenta que no era el indicado y el amor acabó.


No obstante, ahora lo veía como un amigo de papá y mamá que robaba. Sí, era y, hasta navidad, lo creí ladrón. Desde pequeña escuchaba comentarios de vecinos que afirmaban que su mercancía en casa era ajena y cuando desaparecía algo en la cuadra lo culpaban. Pero jamás vi patrullas, policías, AFI, FBI, etc. Aún así, seguían con la suposición.Tal vez fue el miedo o desinterés en denunciarlo. Al menos, su amistad en la familia nos valió por ser la única casa en no ser usurpada. Conveniencia al máximo.


La vida de ladrón no deja un buen camino. Reformarse es difícil y es sencillo continuar de ese modo. Nadie creyó que algún día cambiaría. Y menos cuando una noche que desperté y me asomé por la ventana, vi a una banda de delincuentes que traían bats, barrotes de madera y metal a altas horas de la noche gritando: "Sal hijo de puta. Sal Coco". Al día siguiente el saldo fueron ventanas de coches rotos y rastros de incendios por los cerros que rodean la cuadra. Afortunadamente, nuestra casa estuvo a salvo. Aún así nadie llamó a la autoridad judicial.


Lo último que supe de él fue que se juntó con una joven de mi edad, después de dejar a la prima de ésta, su verdadera esposa, e hijos, para tener con su nueva pareja otro. Y su vida de asaltante no era impedimento para formar una familia. Dejó de verse por las calles y todos pensábamos que se mudó o que operaba en otra colonia. Mi vecina frívola nos dijo la verdad.


A los días revisé las noticias en línea para verificar su veracidad. Coloqué su nombre completo en el buscador y mi sorpresa fue mayúscula al ver la noticia: "Caen sicarios del Teo". Mi madre, que lo conoció de niño, se entristeció bastante; y yo, resignada acepté la noticia. Todos sabíamos que podría acabar así; pero como asesino fue lo impactante, inesperado.


¿Por qué nadie llamó a la policía? ¿Por qué nadie lo ayudó a su tiempo? De tanto especular y sin actuar, el futuro que le tenían se volvió realidad. ¿Quién nos asegura que el día de mañana debamos actuar de esa manera? Los vecinos...

miércoles, 23 de diciembre de 2009

Un cuento de comida



Era domingo por la mañana. Yahaira esperaba ansiosa la visita de sus amigas Cecilia y Mónica, quienes irían a su casa por primera vez desde que formaron su amistad en la universidad, para hacer algo que ansiaban desde hace tiempo: preparar sushi. Fue por ellas a la base de los taxis bajo un calor infernal que ignoró al momento de saludarlas. Caminaron de regreso entre una plática amena y en cuanto llegaron, las chicas fueron presentadas a la familia de Yahaira, simpatizando rápidamente.
Al poco tiempo, fueron a la tienda a conseguir el ingrediente que faltaba: atún, lo más primordial para preparar sushi. En casa ya había arroz especial para ese platillo; pepino; y láminas de alga nori, el cual es plano, color verde obscuro y con olor a comida de pez. Antes de llegar a la casa de Yahaira, las chicas observaron que el papá de ella venía de sorpresa junto a sus hermanos. No esperaba su presencia ese día, pero sería un punto a su favor porque toda la familia conocería a sus amigas.
La joven platicó con su padre acerca de la comida que prepararían, exigiéndole que lo probara. Al terminar, se fue a la cocina para hacer la comida. Por un lado, Cecilia puso a hervir arroz por diez minutos y después, agregó agua caliente mezclada con sal y azúcar, para evitar su pronta descomposición, ya que pueden comerse con el paso de los días. Y por el otro, Yahaira y Mónica picaban verduras para mezclarlos con el atún y cortaban el pepino en tiras delgadas. A los minutos se dejó reposar el arroz para que se enfriara un poco y mientras, las chicas convencían a los demás de los beneficios de comer sushi: el pescado rico en minerales, prevención de cáncer pulmonar y enfermedades del corazón, entre otros.
En cuanto terminó el seminario nutricional, las jóvenes se dirigieron a la mesa para continuar. La más experta de las tres era Cecilia, porque los había hecho antes y se sabía la receta de memoria, así que fue designada como la cocinera oficial. Primero colocó una hoja de alga nori y fue cubierta por una capa de arroz con los dedos húmedos, ya que era muy pegajoso y a cada momento se debía lavaba las manos. Luego colocó el atún y una tira de pepino horizontalmente en la parte inferior de la lámina. De ahí vino lo más importante: enrollar con fuerza para compactar y formar el rollo. Por último, lo partió en 8 partes. La joven siguió el procedimiento un par de veces y las demás los iban colocando en una bandeja para ofrecerlo a la familia.

Todos aceptaron gustosos excepto el papá de Yahaira, quien hizo un gesto de asco al masticarlo. Tal parecía que no le agradó el sabor fresco e intenso a marisco, la textura blanda que provocó el arroz por ser cocido previamente y la ligera sensación de que el mar se disfrutaba en el paladar. Las chicas y el resto de la familia comieron bastante, mostrando satisfacción y aprobando con su rostro el sushi.
Era la primera vez que preparaban y comían juntas algo así, por eso el platillo fue disfrutado con mucho placer, deseosas de repetirlo.
Tienen planeado hacerlo para el cumpleaños de Yahaira en enero, pero ahora con carne de adobada.
O.o
Suerte!

viernes, 18 de diciembre de 2009

Instrucciones para imprimir fotos si está lloviendo.


Antes que nada debemos aclarar que este instructivo es para los mexicanos de corazón que estudian Fotografía: hacer todo al último momento. Si es así, pueden leerlo; sino, les servirá por si llegan a sufrir estas condolencias.
Hace un par de semanas que la ciudad sufrió por las lluvias. Sí, agua mojada. El tráfico, la condición esponjosa del cabello, resfriados y el baño indeseable, son elementos que aparecen cuando el agua cae de arriba para abajo en una ciudad mal construida con muchos habitantes que, a pesar del clima, siguen a su ritmo urbanístico. Entre ellos están los estudiantes, que deben cumplir con sus trabajos finales y sacar buena calificación.
Si van a entregar una tarea que consiste en imprimir fotografías a 8 x 10, lo primerito que harán es tener un USB con las imágenes y conseguir a alguien que tenga credencial en Costco (¿Por qué ahí? Pues yo lo digo, o al Sam’s, como quieran). Si esa persona no tiene, entonces consigan una credencial y vayan (Sí, en pareja. Es divertido). Como está lloviendo, en todo momento estarán protegiéndose con un impermeable amarillo para no perderse y que sólo cubre de la cintura para arriba. Es inevitable que tus piernas tomen la ducha. Por cierto, asegúrate que el dueño de la credencial sea físicamente opuesto a tu acompañante, así cuando relate que se hizo una cirugía plástica tendrá más veracidad.
Luego, mientras esperan el transporte tomen fotos de la avenida que es arrasada; si llegara a ocurrir un accidente, la profesora, o profesor, tendrá consideraciones. Aborden el camión y platiquen un rato. Revisen que no haya goteras y que las ventanas estén cerradas. Si les toca sentarse al lado de una persona seca, comiendo pan y café, no lloren, al final del día tendrán como recompensa una buena calificación, sólo cuídense para evitar la hipotermia mediante las medidas mencionadas.
Bájense dos cuadras antes de llegar: hacen ejercicio, no se entumecen y la gangrena se retrasa. Aunque suene muy romántico caminar bajo la lluvia, recuerden que van por trabajo y además, es por su salud. Pueden divertirse empujándose entre sí, pero si uno de ustedes llegara a arrojar al suelo al otro, no olviden ayudar y pedir disculpas. Con eso, el atacado estará mejor. En la entrada, que el acompañante enseñe la parte trasera de la credencial. El guardia no entenderá la cirugía. Séquense, sacúdanse y eviten mojar aparatos electrónicos.
Indiquen a la mostradora que será impresión digital. Con cuidado, seleccionen las imágenes a tamaño 8 x 10. Recuerden, ahí está su trabajo final. Normalmente, tardan una hora en estar listas, por lo que recomiendo que vayan a los televisores y vean lo que se presenta. Traten de buscar una película animada o de comedia, el tiempo pasa más rápido. Si no logran mantenerse quietos recorran el establecimiento, pero advierto que ver a otros comiendo, comprando la cena y, principalmente secos, causará envidia y una enfermedad que ataque al hígado. No me hago responsable.
Al pasar una hora, presionen para que les sean entregadas y guárdenlas en una mochila donde no se filtre el agua. Ahora, corran. Pierdan de vista a la autoridad, que no los atrapen. Procuren correr justo en el momento en que pase un camión para abordarlo y evitar ser atrapados. Tienen su futuro en sus manos. Descansen. Próximamente vendrá la segunda parte: “Instrucciones para entregar fotografías si está lloviendo”.

miércoles, 16 de diciembre de 2009

Diario de un Cadáver

Querido Diario:
He muerto. Sí, es la cruel verdad. Estaba sentada en mi sala mientras veía televisión cuando un conductor ebrio chocó en mi casa; la inercia provocó que el candelabro situado en el comedor cayera sobre la mesa y este a su vez, quebrara la jarra de cristal que estaba al lado mío. Me levanté, sin darme cuenta pisé el agua, resbalé, caí y me golpeé la nuca con una esquina del sofá. Morí instantáneamente.
Esperé varias horas para que recogieran mi cadáver, el borracho jamás despertó y los vecinos se asomaron en cuanto escucharon el estruendo; pero la ambulancia llegó tarde, hasta las moscas ya volaban sobre mí. Me levantaron sin delicadeza, se quejaron porque les manché de sangre su uniforme y me encerraron en una bolsa negra por otro rato hasta que llegué a la morgue. Ahí, el médico declaró que morí por un accidente de auto y culparían al conductor. Alcancé a escuchar que les pareció absurdo que haya muerto porque resbalé.
Llegó mi madre, quien estaba con sus amigas tomando el té. No recuerdo que llorara al verme muerta, sólo dijo: “Es ella”, y se fue. Mi papá estaba en un viaje de negocios, así que no vino a verme. Primero es su trabajo y después la familia. Esperé por otras horas hasta que fueron por mí para llevarme a una funeraria. Una señora me maquilló exageradamente, parecía un payaso. Luego me introdujo a un ataúd negro de mala calidad. Estaba segura que al poco tiempo los gusanos entrarían a comerse mi cuerpo.
Después de tanto movimiento, entre la oscuridad de mi nuevo hogar escuché murmullos. Levantaron la tapa y miré a mi mejor amiga llorando sobre el hombro de mi novio. Qué hipócritas. Creían que no sabía que se acostaban a mis espaldas. Esas lágrimas deben ser de felicidad, ya no les estorbaría. Mis padres traían puestos lentes negros, así que no pude ver si lloraban. Creo que no.
Finalmente, me enterraron. Fueron unos momentos muy tranquilos. Vaya, ni siquiera parecía que estaba siendo sepultada la más joven de la familia y la alumna más popular del colegio. De pronto, todo fue silencio. Ni puse atención cuando arrojaban tierra a mi tumba. Creo que tengo buena suerte. Lo que más aterra a una persona son los vivos, ya que los muertos no dañamos a otros ni a uno mismo, y tampoco mentimos. Lástima por ellos. Yo ya descanso en paz.