miércoles, 13 de enero de 2010

Frío Infernal



Aún recuerdo perfectamente esa noche. Si alguien me hubiera dicho que sería la última con mi familia jamás lo habría creído; estamos acostumbrados a que todo será eterno y no a que lo pueden arrebatar en cualquier momento.

Salí de bañarme, el olor a jabón de fresas impregnó el cuarto por completo. Mientras me ponía la pijama mamá hacía de cenar, mi hermana estaba afuera con una amiga y el resto veía la televisión. Me apuré, percibí que preparaba frijoles y tortillas de harina, algo que disfrutaba como un suculento platillo. Bajé con mi cabello húmedo, perfumando la sala con esa crema líquida que jamás me gustó; no hidrataba la piel. Antes de sentarme en el comedor me ordenaron que fuera a la tienda. Hice un berrinche. ¿Por qué no iba alguien más? No trabajan desde hace seis meses y sólo se despertaban para comer e ir al baño. Pero bueno, ya no importan mis quejas. Ya no iré al mandado ni veré mis programas favoritos.

Le pedí a mi hermana que me acompañara y aceptó, con la condición de que fuera la vecina. Me caía bien; sin embargo, su humor era muy pesado y superficial, como toda adolescente que jamás tuvo carencias. Subimos la calle rodeadas de nuestro propio aliento. El frío era infernal, como nunca lo sentí. En cuanto llegamos comenzó la pesadilla que no ha tenido fin. Todas las tiendas emanaban luces rojas que parpadeaban y eran cerradas por sus dueños, quienes en sus rostros denotaban miedo, terror, nerviosismo, paranoia. Me acerqué a una que apenas comenzaba a seguir al resto.

-¿Qué sucede?-pregunté con curiosidad.

-Nos informaron que vienen a llevarnos-me contestó la chica asustada-. Vienen por nosotros-repitió en llanto.

No supe a qué se refería hasta que escuché una sirena que se acercaba Me cubrí la boca para no gritar: el Ejército se dirigía a mi colonia. Rápidamente infería en el por qué de su aparición: tal vez encontraron a un narco, un secuestrado o un movimiento ilícito; mas mi duda de su repentino temor a la autoridad llamó mi atención. "Sálvense", nos decían personas desde sus ventanas. De pronto, mi cuerpo empezó a temblar, señal que tenía miedo. Le pedí a la joven que aún no cerraba que nos permitiera entrar, pero me contestó que debiamos pedirle permiso al dueño, que hablaba inglés.

Solicité hablar con él y me llevó al fondo, donde estaba con su esposa. Apenas iba a emitir mis saludos anglosajones cuando la señora me sonrió y me dijo que ella lo hacía por mí. Suspiré aliviada. Logré captar ciertas frases. "Yes, of course", contestó el buen hombre de voz áspera. Alzé mis brazos para indicarles que entraran y súbitamente las luces se apagaron: cortaron la electricidad. Las puertas cerraron sin más y la pareja me abrazó para protegerme. Empecé a gritar por mi hermana, pero nadie me contestaba. Nunca supe si entraron o no.

Los cuatro -la chica que cerró el local, los ancianos y yo- corrimos a la puerta trasera. Al abrirlo distinguí entre las sombras un trailer abierto, donde aguardaban, sin exagerar, más de treinta personas que se arrinconaban en el gran cajón. Nos subimos y en el último momento cerraron la caja. No había luz, todo era obscuridad.

Escuché que prendieron la máquina y el suave movimiento de las llantas indicaron que partía. Poco a poco el silencio era sustituido por lágrimas, lamentos y susurros que intentaban tranquilizar a las almas en pena. Aún no entendía la venida de la autoridad y el escape de los vecinos por su llegada.

-Somos rebeldes-me explicó la señora-. Estamos en contra de las acciones de nuestro líder. Ahora ves lo que hacen a los que piensan distinto a ellos-Pensé en mamá. Ella era incapaz de matar una mosca-No les importa si son aliados o no de nuestro movimiento. Vienen por todos.

Comencé a llorar y cubrí mi rostro. Nadie me veía, pero qué más daba.

-Don't worry-el anciano me abrazó y correspondí.

En ese instante necesitaba de alguien que me hiciera sentir segura, esperanzada a que los volvería a ver. Tal vez lograron escapar o el Ejército no llegó hasta allá. Tal vez mi hermana encontró refugio y espera que vayan por ella.

De la nada, el vehículo paró. Los demás se callaron. Nada sucedía afuera. Fue como si despertara en la madrugada, sin que alguien hiciera escándalo. Pasaron los minutos y todo seguía así. "Vamos. A lo mejor ya estamos seguros", me susurró la señora. Abrimos una de las puertas laterales y salimos sin hacer ruido. Estabamos estacionados en una calle empinada, cerca de la cima. Las casas y establecimientos no tenían luz y el semáforo sólo poseía el color rojo iluminado. Por la carretera transitaban autómoviles a gran velocidad, siendo perseguidos por patrullas que nos ensordecían momentaneamente por la sirena. Y para mi mala suerte, aún hacía ese frío...

-Deténganse-un soldado nos iluminó con su lámpara. Ambas retrocedimos y al voltear atrás, descubrí que otros soldados llevaban a un grupo de personas a un edificio abandonado. Mi excusa fue que nos detuvieron porque traía pijama, pero mi sorpresa fue mayúscula ellos ríeron misteriosamente.

-¿Ya nos van a matar?-cuestionó mi compañera. Me limité a verla asustada. Creí que mis ojos se saldrían de las cuencas-Que no sea por la espalda, por favor.

Los demás empezaron a reírse y de la nada una señora que iba pasando me abrazó y me alejó de ahí. "No voltees", me ordenó con un acento extraño. Sólo miré por mi rabillo, comprobando que se los llevaban a esa construcción. Un disparo, dos más, otro. Brinqué con cada estruendo. No podía creerlo: los asesinaron. Dejé que mis lágrimas fluyeran. ¿Era necesario? ¿Que no existía la libertad de expresión?

Hoy, vivo con esa persona que me salvó la vida. Por seguridad, no mencioné nombres ni lugares. Hasta donde supe, mi colonia fue arrasada y me dio tanta rabia cuando en los noticieros dijeron que ocurrió una matanza por parte de los narcotraficantes de la zona. Pasaron mi antigua casa totalmente destruida. No vi rastros de mi mamá, mi hermana o alguien más. No me atrevo a ir ahí, temo por mi vida. Aunado a eso, jamás comentaron del asesinato en ese lúgubre edificio; en vez de eso pasaron el pronóstico de un día soleado.

Aquél frío no se ha esfumado. Persiste en mi mente, impidiendo que pueda volver a dormir tranquila. Una luz de esperanza me dice que ellos siguen vivos en otra parte, esperando que regrese para continuar con nuestra vida. Pero cómo hacerlo, si ese gélido pensamiento nunca desaparecerá.

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Lo que acaban de leer fue un sueño que tuve -__-U
jaja..xD
raro..xD
saludos! n-n

miércoles, 6 de enero de 2010

De Cacería en los Cerros


Ernesto no podía creer que su propio padre lo llevara a ese lugar, y mucho menos para cazar un león. ¿Era posible la existencia de un animal como ese en los cerros de la presa? Recuerda, mientras camina por los matorrales, cuando fue levantado de su cama por un hombre que vestía como Steve Irwin, sólo que moreno, gordo y bigotón, gritándole que irían a la Presa en busca de un león.
-Hijo- sus pensamientos son interrumpidos por su fornido padre, René, quien respira con dificultad-, debemos descansar, hemos caminado bastante.
-Papá, apenas llevamos 5 minutos desde que nos bajamos del auto.
-Soy tú padre. Haz caso y sentémonos en estas rocas.
Ambos se sentaron. Su papá toma agua como si fuera la última vez que bebería y después miró al joven con cierta preocupación. Acto seguido, se levanta, coge la mochila y siguen el curso hacia la orilla de la presa. Conforme se acercaban, se percibía el leve olor a agua estancada que impregnaba el lugar. Con poco viento, la tierra se levantaba y debían toser para aliviar la picazón en sus gargantas, o miraban directamente al sol para estornudar. Con la intención de conversar con Ernesto, René hace memoria en sus tiempos escolares.
-¿Sabías que la Presa empezó a construirse en 1927 hasta 1936? Tardaron bastante para que quedara bien. Y tiene la capacidad de 137 millones de metros cúbicos
-Vaya. Es muy interesante-contesta el hijo con notable sarcasmo-. Pero esto no es clase de Historia. Estamos de cacería por un estúpido león.
-¡Vamos! ¿Acaso no tienes espíritu de aventura?
-Creo que desapareció cuando me dejaste solo aquí, a los 4 años.
Padre e hijo siguieron su andar por bastante tiempo sin hablarse. René estaba muy entusiasmado en encontrar al animal, pedir la recompensa y ser la envidia de sus amigos. Por otro lado, Ernesto estaba enfadado, pues era sábado y ese día de asueto se la pasaba durmiendo o jugando videojuegos. Apenas tenía 15 años. No temía por su vida. Le parece absurda la idea de ir de cacería con un machete. Si de pura casualidad el león aparece, serían carne fresca.
Después de una hora, el padre solicita el sexto descanso y permanecen sobre un cerro con una espectacular vista de la Presa. Ernesto recuerda la vez que su papá lo abandonó cerca de ahí. No sabe si antes había más agua o siempre ha estado así.
-¿Y dónde están los 137 millones de metros cúbicos?-pregunta el joven al momento de sentarse.
-Hay hijo. La ciudad crece. Somos muchos en Tijuana. Además, casi no llueve. Algún día el agua se extinguirá. Aprovechando, ¿sabías que entre los 40 y 50 vinieron Pedro Infante y Antonio Aguilar a un restaurante cerca de aquí?
Ernesto ni en su vida había escuchado de ellos, pero por seguirle el juego contestó que no sabía y que era un buen dato. De repente, una parvada de palomas voló sobre ellos y se cubrieron con sus manos, evitando ser atacados por el excremento kamikaze. Cuando se fueron las aves, se levantaron y siguieron caminando por un rato más. "Es mi turno de impresionarlo", pensó Ernesto.
-Papá, Miguel me dijo que por la carretera que está para allá, hay un altar de la Santa Muerte y en las noches la veneran tipos vestidos de negro.
-Ajá- contestó René distraído sin voltear hacia él -. El puente fue creado con material que se mantiene con agua. Como no llueve, se desgasta-comentó como si no habría escuchado lo que dijo Ernesto.
-Por esto no me agrada estar contigo-murmura Ernesto para sí, decepcionado.
A lo lejos, el joven escucha los gritos de una muchacha despavorida que sale corriendo del agua, sacudiéndose los pies con brusquedad. Entonces el padre ríe.
-Pobre, no sabe que por ahí anda un león y que en la presa hay sanguijuelas.
-¿En serio hay esos gusanos?
-¿Por qué crees que tu madre no le gusta venir?
Súbitamente, son interrumpidos por unos matorrales grandes que se movían de un lado a otro. René saca son agilidad el machete y le pide a su hijo que se colocara detrás de él. Ernesto no obedeció, saca su celular y empieza a grabar. "Esto va para Youtube. Seré el nuevo Steve Irwin", piensa emocionado.
Las plantas se mueven, pueden sentir que el animal se acerca. René se imagina las noticias: “El señor René Hernández y su hijo encontraron al...” ¿Conejo? Para la sorpresa de ambos, una pequeña liebre gris salta a sus pies y se retira entre brincos alegres, como si los hubiera asustado a propósito. Padre e hijo se miran incrédulos. Esperaban que en cualquier momento saliera una cámara escondida y el conductor que sale en comerciales de la Distribuidora el Florido les gritara burlándose “¡Cayeron! ¡Qué barato!”
-¿Aún crees que haya un león?-cuestiona el hijo molesto
-Tal vez sólo fue un maldito rumor-contesta inconforme.
-¿Qué le dirás a mamá?
-Fuimos al Centro y te enseñé la primera calle de la ciudad. ¿Quieres ir?
-¿La Revo? Paso, estoy harto de ver eso en la escuela. El profe se la pasa hablando de eso y ya ni tengo ganas de ir.
-No es ahí… Bah…-René suspira resignado-. Hice el intento. Volvamos a casa y vemos el partido de fut. La cacería ha finalizado.
Regresan en silencio a su casa, que se encontraba a 20 minutos en auto. El único sonido que había en la cabina era la voz del conductor de noticias que hablaba del clima. Así sin más, su voz cambió a un tono serio. Entonces René y Ernesto prestan atención. “Un grupo experto de cazadores han encontrado al león. Repito: el león que estaba en la Presa ha sido capturado. En estos momentos ya es llevado a…”. René apaga el auto estéreo y gruñe irritado.
-Si hubiéramos buscado más…-el padre no termina la frase. Está tan enojado que se le dificulta articular alguna palabra.
-Oye, al menos me diste clases de Historia acerca de la Presa. Además, creo que aquí hay una moraleja. Jamás vayas de cacería con un machete.
-Ajá- nuevamente, el padre contesta distraído. Ernesto respinga y decide no hablar en todo el camino. Iba a decirle que lo llevara al Centro, pero ya con esa actitud prefirió no sugerirlo. Capaz que su padre diría que ahora cazarían el espíritu de una mujer que se le aparece a taxistas con ruta al panteón.
-Hijo, volveremos la próxima semana a la Presa-sentencia René con firmeza.
-¡¿Qué?! Si crees que iremos a cazar algún otro animal te juro que…
-Claro que no, Ernesto. Quiero enseñarte dónde grabaron escenas de una telenovela colombiana en 1997. Si bien lo recuerdo, fue donde ahora están unas casas de Homex.
-Oh sí. Creo que miré varias ventanas con letreros quejándose de la constructora. No debieron hacerlo, es decir, destruir cerros para edificar casas.
-Es lo que te digo. Hay muchas personas en Tijuana. Se requieren espacios y ahora aprovechan el que hay en la Presa.
-Por lo que veo, la cacería no sólo fue por nuestra parte.
-¿A qué te refieres?-pregunta René intrigado.
-Nosotros íbamos por el león, ¿no? Pues los tijuanenses cazan praderas, cerros… y si te fijas, cada uno con beneficios: el león para proteger a los demás y las casas para que haya un lugar donde puedan protegerse.
-Sí…-el padre asiente, concordando con Ernesto-, todos alguna vez hemos cazado en los cerros de la Presa.
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Feliz año! n_n