miércoles, 16 de diciembre de 2009

Diario de un Cadáver

Querido Diario:
He muerto. Sí, es la cruel verdad. Estaba sentada en mi sala mientras veía televisión cuando un conductor ebrio chocó en mi casa; la inercia provocó que el candelabro situado en el comedor cayera sobre la mesa y este a su vez, quebrara la jarra de cristal que estaba al lado mío. Me levanté, sin darme cuenta pisé el agua, resbalé, caí y me golpeé la nuca con una esquina del sofá. Morí instantáneamente.
Esperé varias horas para que recogieran mi cadáver, el borracho jamás despertó y los vecinos se asomaron en cuanto escucharon el estruendo; pero la ambulancia llegó tarde, hasta las moscas ya volaban sobre mí. Me levantaron sin delicadeza, se quejaron porque les manché de sangre su uniforme y me encerraron en una bolsa negra por otro rato hasta que llegué a la morgue. Ahí, el médico declaró que morí por un accidente de auto y culparían al conductor. Alcancé a escuchar que les pareció absurdo que haya muerto porque resbalé.
Llegó mi madre, quien estaba con sus amigas tomando el té. No recuerdo que llorara al verme muerta, sólo dijo: “Es ella”, y se fue. Mi papá estaba en un viaje de negocios, así que no vino a verme. Primero es su trabajo y después la familia. Esperé por otras horas hasta que fueron por mí para llevarme a una funeraria. Una señora me maquilló exageradamente, parecía un payaso. Luego me introdujo a un ataúd negro de mala calidad. Estaba segura que al poco tiempo los gusanos entrarían a comerse mi cuerpo.
Después de tanto movimiento, entre la oscuridad de mi nuevo hogar escuché murmullos. Levantaron la tapa y miré a mi mejor amiga llorando sobre el hombro de mi novio. Qué hipócritas. Creían que no sabía que se acostaban a mis espaldas. Esas lágrimas deben ser de felicidad, ya no les estorbaría. Mis padres traían puestos lentes negros, así que no pude ver si lloraban. Creo que no.
Finalmente, me enterraron. Fueron unos momentos muy tranquilos. Vaya, ni siquiera parecía que estaba siendo sepultada la más joven de la familia y la alumna más popular del colegio. De pronto, todo fue silencio. Ni puse atención cuando arrojaban tierra a mi tumba. Creo que tengo buena suerte. Lo que más aterra a una persona son los vivos, ya que los muertos no dañamos a otros ni a uno mismo, y tampoco mentimos. Lástima por ellos. Yo ya descanso en paz.

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